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DISCAPACIDAD INTELECTUAL: Consideraciones para su intervención psicoeducativa

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ISBN: 9788499935539 Categoría: Etiquetas: , Product ID: 18628

Descripción

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Si hablar de inteligencia es hacerlo en términos de funcionamiento cognitivo (individual) y de adaptación y funcionamiento en los contextos (socio-cultural), con el termino de discapacidad intelectual se hace referencia a un estado de desarrollo de las capacidades cognitivas, de habilidades en general y de la autonomía personal y social, con menor grado de eficacia o ejecución, en un contexto no accesible o de menor grado de recursos y apoyos. En efecto, la discapacidad intelectual se manifiesta en el comportamiento de la persona, por lo que podría definirse como un estado particular de funcionamiento personal-social, caracterizado por la relación y las limitaciones, tanto de tipo cognitivo como de adaptación, que una persona tiene con los contextos y en las expectativas de su medio ambiente.
De acuerdo con lo anterior, la valoración de la discapacidad intelectual nos indica un agrupamiento de síndromes y trastornos, que se caracterizan por una deficiencia de la inteligencia y limitaciones asociadas en el comportamiento de adaptación. Esa valoración conlleva una expresión en términos de trastornos del desarrollo evolutivo, en la medida que se aprecian desfases respecto a lo que cabría esperar para márgenes de edad, pudiendo concluir en un diagnóstico de trastorno del desarrollo neurológico o del neurodesarrollo. Con todo, estaríamos afirmando la realidad de una persona y su conducta, con un menor grado de eficacia en sus actuaciones personales y de desarrollo social y de relaciones, respecto al resto de individuos de su comunidad.
Ciertamente, su evaluación es de una gran complejidad, que podríamos resumir, de acuerdo a los trabajos de la AAMR (2004), la CIF (OMS, 2001) y la AAIDD (2007), en:
– La existencia de una adecuada relación o integración entre la inteligencia y la adaptación, o si se prefiere, entre la valoración del C. I. y la Conducta Adaptativa.
– La valoración no debe sustentarse sobre el CI y sus niveles de gravedad tradicionales, sino sobre el funcionamiento intelectual (conceptual), práctico y social. No sólo en el diagnóstico, sino en la cuantificación de los apoyos.
– Análisis de las relaciones y el marco de vida de la persona con limitaciones. Valorar su ambiente, en orden a un desarrollo de la participación e interacción sociales, así como mantener roles sociales, como conjunto de actividades propias o normales para edad y circunstancia.
– Considerar la salud (estado de bienestar biopsicosocial), como conjunto de condiciones que tienen su influencia, positiva o negativa, en el funcionamiento de la persona con retraso.
En suma, una persona con discapacidad intelectual, se puede caracterizar por limitaciones en su capacidad de funcionamiento (funciones y estructuras corporales), en habilidades para ese funcionamiento (limitaciones en la actividad) y en la oportunidad de funcionar (restricciones a la participación) (CIF-OMS, 2001). En consecuencia, la discapacidad en general y la intelectual en particular, queda delimitada por la integración de factores personales y contextuales y la necesidad de apoyos que precisa.
Trasladado a ámbitos de desarrollo (psicosocial, educativo, de salud, familiar,…) cualquier intervención debe realizarse sobre las potencialidades cognitivas y de desarrollo de habilidades y estrategias intelectuales y de aprendizaje. En este sentido, la evaluación psicológica y pedagógica deberá contemplar, al menos, los aspectos de: a) Capacidades intelectuales y desarrollo cognitivo en general; b) Conducta adaptativa, aspectos socioeducativos y de contexto; c) Desarrollo curricular y de aprendizajes. Todo ello, con interés de justicia social y de esperanzas en un desarrollo de la persona evaluada, ya que en ésta ha de perseguirse un proyecto de vida, objetivos con los que crecer como persona y ciudadano, y no como el alumno que no puede, al que hay que tratar distintivamente, con el apartamiento curricular que, implícitamente, conllevan los estigmas negativos del diagnóstico (Luque, 2007; 2010).
En todos esos ámbitos, cualquier diagnóstico, tiene su importancia en la medida que, como entidad nosológica, sirve para situar y precisar el caso, a la vez que permite una información compartida entre los profesionales y las familias. Pero, también, debe contrarrestarse el riesgo de “etiquetaje” innecesario que, lejos de contribuir a la normalización, acrecienta los efectos negativos del estigma del trastorno o de la discapacidad intelectual. Por lo tanto, las evaluaciones psicoeducativa y pedagógica del alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo, y la del alumnado con discapacidad intelectual en particular, debe hacerse sobre un análisis profundo y riguroso de sus características personales y de contexto, de sus necesidades educativas y de las propuestas de intervención. Sólo cuando tengamos el convencimiento de que esta evaluación ha sido realizada en forma y contenidos, y ajustándose a los criterios clínicos y educativos, podremos afirmarnos en un diagnóstico, resultado siempre de la observación y de la reflexión, o si se prefiere, de la ciencia y de la conciencia; de esta forma, el margen de error será minimizado y servirá sólo para lo que es: designar, nombrar y clasificar una situación de persona – contexto, sobre la que sólo queda construir su desarrollo educativo (Luque y Luque-Rojas, 2015).
En este texto, dirigido a estudiantes y estudiosos, preocupados por el desarrollo de las personas con discapacidad intelectual, se pretenderían objetivos y competencias sobre ese estudio:
– Identificar a la persona desde la sensibilidad de la discapacidad, no absoluta, no invariable, con esperanza y expectativas de cambio y progreso.
– Reconocer la discapacidad intelectual sin anclaje en la deficiencia, sino centrada en conductas funcionales y factores contextuales. De esta forma se aprecian la potencialidad y las características de la persona, con perspectivas de crecimiento y desarrollo.
– Distinguir las características que pueden presentar las personas con discapacidad intelectual, no como un conjunto diferencial y distintivo, sino como objeto de soluciones a las que tratar de responder.
– Desde el punto de vista de la intervención, convertir las características y resultados de la evaluación en necesidades específicas de apoyo, con lo que cualquier programa de intervención estará elaborado sobre bases seguras.
– Contribuir a generar y mantener una sociedad y comunidad, responsable de crear un entorno accesible que permita a la persona con discapacidad en general el desarrollo y su participación plena de las diferentes facetas de la vida en sociedad.
El texto se estructura en cinco capítulos que, desde uno introductorio sobre aspectos generales de desarrollo y un segundo sobre la evolución conceptual y criterios de definición, se continúa en el tercero con un análisis de las características psicológicas, de salud y educativas. Los capítulos cuarto y quinto se refieren, respectivamente a aspectos generales sobre la evaluación y la intervención. Finalmente, unos Apéndices tratan algunos aspectos de aplicación, así como de su referencia en la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud.

Año: 2016

Páginas: 160

Editorial: WANCEULEN EDUCACIÓN