Descripción
Dejó escrito Claudio Magris, en El infinito viajar, que el viaje es ante todo un regreso y nos enseña a habitar más libre y poéticamente nuestra propia casa. Pues bien, cada uno de los textos que compone el volumen que nos ocupa es un viaje al ejercicio fugaz de la microficción, en cuyo retorno el lector habita la imaginación narrativa como una casa propia, desde la libertad y lo onírico.
Por ello, un libro como Microrrelatos requiere una lectura reflexiva, cómplice, por parte de quien se acerque a sus páginas. Para desentrañar y disfrutar del juego de las referencias intertextuales. Esas que insinúa la prosa poética de Begoña Baltar Valencia, el secreto de la sabiduría, de Antonio Manuel Cabrita y Juan Daniel Morgado Márquez; la metaliteratura hecha nombre de película, de Javier Castaño Navarro; el oficio del vértigo creativo, de Arturo García Giner y Julia González Merino; la sorpresa zigzagueante, de Arturo García Toral; el suspiro amoroso, herido, entre el pellejo y el hueso, de Juan González Repiso; la tormenta en que relampaguea la mirada de Aarón Reyes Domínguez. El ambiente gélido donde bailan mujeres que suben a un coche para dirigirse a lugares en los que no se las espera, de Natividad Santero García.
Ciento cuarenta palabras. Ciento cuarenta palabras, tan sólo, a fin de pergeñar el abismo creativo. La brevedad más breve de estos cuentos no impide que, en ellos, se desgranen historias grandes. Y es que, como Juan Rulfo, todos estos autores parecen decirnos que cada trama narrativa merece una estructura diferente. De tal manera que, cada una de las minificciones de Microrrelatos presenta unos andamiajes distintos, a modo de edificios que no se sabe cómo consiguen sostenerse pero se sostienen. Y dejan que el lector entre hasta el ‘penus’, la zona más recóndita de la casa. También la más preciada, donde se guardan los objetos de valor. Unos objetos de valor que se resumen en el impacto instantáneo; la fortuna de la síntesis. El desenlace de estos microcuentos es un zarpazo: la clave para entender el texto. La explosión contenida de ese volcán a punto de erupcionar.
Así las cosas, su cierre no es más que una apertura a la historia. El final como inicio. Qué logro. Qué difícil factura y cuán mágico resulta que, en ningún otro género, la Gramática haya de ser tan certera. Tan preciso el trabajo del lenguaje.
Para qué perder el tiempo, se dicen estos artistas en un homenaje callado a un gran cuentista peruano, Ricardo Sumalavia. Para qué perder tanto tiempo, se dicen, antes de colgar a sus modelos directamente en las paredes de la galería.
Soledad Galán
Año: 2017
Páginas: 230
Editorial: LOS LIBROS DE ESTRAPERLO